Rosa Porino, Espacio Vilches, Santiago, Chile, 2015.
EN POLVO TE
“El lugar y la similitud se enmarañan: se ve musgo sobre las conchas, plantas en la cornamenta de los ciervos, especie de hierba sobre el rostro de los hombres”.
Michel Foucault.
“(…) y no se admita ningún artificio chapucero por confianza en la ayuda del hierro; pues a este exceso como al del vino, el hombre va a parar por sus flaquezas, no para alimentarse”. John Ruskin.
Estamos en primavera, los filamentos vaporosos que se desprender de las flores salpican el aire, insectos primitivos o biónicos los trasladan de flor en flor, dicen, en el día, brotan al sol exhibiendo lo más íntimo de su interior. Dispersos, varias sustancias gravitan el ambiente, suspendidos por la intensidad del viento, van ligándose con otros materiales, diversos, a veces crudos, a veces muertos.
La metáfora de la piedra con pigmentos rosa, comienza en el carácter acumulativo y transformador de la naturaleza, tal como el proceso de polinización atraviesa manzanas, se incrusta sobre superficies ajenas y tiñe con su carácter materias insospechadas, orgánicas o sintéticas, la exposición Rosa Porino inscribe su camino en el ciclo de la metamorfosis; plaga de pulgas y polillas, flor que fallece y se descompone, se inicia la erosión viscosa que saliva el referente enrareciendo su forma.
Rosa Porino emula aquel proceso natural desde la mentira, negando dos veces su origen revela la inestabilidad de toda ficción. Ahora, primavera también del comercio, se hacen y deshacen tendencias, materiales livianos reemplazan el peso de las piedras, Rosa Porino no es mármol, pero tampoco es ya oficina, hotel o cocina, dejó su cuerpo y se volvió por un momento un adhesivo plano de linoleo.
Mediante de la voluptuosidad de los objetos, y el soporte audiovisual se transmite una amorfía elástica que cita la superficie porosa de la roca; tonos, texturas, recuerdos, su posición mediática dentro del imaginario visual, el montaje articula un ambiente contaminado por la fertilidad del polvo, lo que quedó de Rosa Porino es a la vez cerámica y plumavit, se configura una escena de obsolescencia, ¿dónde quedan los objetos descontinuados del mercado?, en un lugar impreciso, repartidas en la atmósfera, vagando generan una interfaz entre la vida y la muerte, que sin previa regulación se vuelve hacía lo más cotidiano y anormal, aquello que ningún guardapolvo puede ignorar.
Advertir aquí una veta destructiva del arte parece propicio, la violencia del tiempo es manipulada por la artista para infringir los elementos, accionar sus idiomas, “La destrucción depurada por el artista (…) nos revelará inéditos mecanismos de belleza”, dice Aldo Pelegrini.
Visto así, Rosa Porino comunica, alias del desecho, advierte su origen artificial, excedente de la tierra y del mercado, denota las operaciones visuales de un sistema económico atiborrado de mercancías el cual se propone subvertir al evidenciar su condición presente: no ser más que la contradicción de haber quedado en el pasado. Es pues, la dicotomía contemporánea del objeto enmarcada en las apoteósicas extravagancias de la cultura pop.
“El lugar y la similitud se enmarañan: se ve musgo sobre las conchas, plantas en la cornamenta de los ciervos, especie de hierba sobre el rostro de los hombres”.
Michel Foucault.
“(…) y no se admita ningún artificio chapucero por confianza en la ayuda del hierro; pues a este exceso como al del vino, el hombre va a parar por sus flaquezas, no para alimentarse”. John Ruskin.
Estamos en primavera, los filamentos vaporosos que se desprender de las flores salpican el aire, insectos primitivos o biónicos los trasladan de flor en flor, dicen, en el día, brotan al sol exhibiendo lo más íntimo de su interior. Dispersos, varias sustancias gravitan el ambiente, suspendidos por la intensidad del viento, van ligándose con otros materiales, diversos, a veces crudos, a veces muertos.
La metáfora de la piedra con pigmentos rosa, comienza en el carácter acumulativo y transformador de la naturaleza, tal como el proceso de polinización atraviesa manzanas, se incrusta sobre superficies ajenas y tiñe con su carácter materias insospechadas, orgánicas o sintéticas, la exposición Rosa Porino inscribe su camino en el ciclo de la metamorfosis; plaga de pulgas y polillas, flor que fallece y se descompone, se inicia la erosión viscosa que saliva el referente enrareciendo su forma.
Rosa Porino emula aquel proceso natural desde la mentira, negando dos veces su origen revela la inestabilidad de toda ficción. Ahora, primavera también del comercio, se hacen y deshacen tendencias, materiales livianos reemplazan el peso de las piedras, Rosa Porino no es mármol, pero tampoco es ya oficina, hotel o cocina, dejó su cuerpo y se volvió por un momento un adhesivo plano de linoleo.
Mediante de la voluptuosidad de los objetos, y el soporte audiovisual se transmite una amorfía elástica que cita la superficie porosa de la roca; tonos, texturas, recuerdos, su posición mediática dentro del imaginario visual, el montaje articula un ambiente contaminado por la fertilidad del polvo, lo que quedó de Rosa Porino es a la vez cerámica y plumavit, se configura una escena de obsolescencia, ¿dónde quedan los objetos descontinuados del mercado?, en un lugar impreciso, repartidas en la atmósfera, vagando generan una interfaz entre la vida y la muerte, que sin previa regulación se vuelve hacía lo más cotidiano y anormal, aquello que ningún guardapolvo puede ignorar.
Advertir aquí una veta destructiva del arte parece propicio, la violencia del tiempo es manipulada por la artista para infringir los elementos, accionar sus idiomas, “La destrucción depurada por el artista (…) nos revelará inéditos mecanismos de belleza”, dice Aldo Pelegrini.
Visto así, Rosa Porino comunica, alias del desecho, advierte su origen artificial, excedente de la tierra y del mercado, denota las operaciones visuales de un sistema económico atiborrado de mercancías el cual se propone subvertir al evidenciar su condición presente: no ser más que la contradicción de haber quedado en el pasado. Es pues, la dicotomía contemporánea del objeto enmarcada en las apoteósicas extravagancias de la cultura pop.